Una de las bendiciones más grandes que Dios me ha dado es la bendición de ser un padre de familia. Uno no nace listo para ser un padre de familia, sin embargo Dios le muestra a uno con pequeños detalles cómo podemos educar a nuestros hijos, siempre que uno se lo pida todos los días, en todo momento que haya un problema con nuestros hijos, y nunca olvidar que hay que hacer práctica la palabra de Dios en nuestros hogares. A continuación les comparto tres experiencias que me han quedado muy marcadas como padre de familia con mis hijas.
Anécdotas con mi hija Azucena
La primera con mi hija Azucena Orantes. No recuerdo cuántos años tenía mi hija cuando yo salía de gira, tenía 3 o 4 años de edad y según cuenta mi esposa colocaba una silla frente al calendario y subrayaba con un crayón rojo el día que yo me iba y dice que todos los días subía al calendario e iba subrayando el día que iba pasando. Luego le decía: “Mamá, este día viene mi papá. Faltan tantos días.” Y contaba con sus deditos.
Otra de las cosas que hacía Azucena es que se paraba en una silla. Yo le compré un micrófono grande de plástico con un aparato. Y se paraba en una silla y me decía: “Papá ¿Querés que te dé un concierto?”. Y cantaba. Después se paraba en la silla y me decía: “¿Verdad que yo soy tu genio?” y yo respondía: “Sí mamá vos sos mi genio”. “Papá ¿Verdad que yo soy tu abogada?” Y yo le decía: “Sí mama por lo pleitista que sos creo que vas a ser una abogada”. Y en efecto mi hija Azucena es una abogada.
Anécdota con mi hija Marilú
Con mi hija Marilú tengo otra anécdota muy bonita. Y es que Marilú no se le quedaban las vocales y el abecedario. Llegó un momento en que mi esposa salió aburrida a las 6 de la tarde, protestando y diciendo: “¡Francisco, Francisco, ya no aguanto. A esta patoja no se le quedan las vocales. Mire toda la tarde, ayer, antier y hoy, enseñándole todas las vocales y no se le quedan!”. Entonces yo hablé con mi hija y ella se puso a llorar en mis piernas y le pregunte: “¿No se te quedan mama?” “No papá, no se me quedan”, me dijo ella llorando. Entonces vengo yo y agarré la guitarra y empecé “A, e, i, o, u, alabemos a Jesús. Repetí mama”. Quiero decirles que a los 10 minutos ya mi hija Marilú estaba cantando esa canción, y a los 10 minutos ya se le habían quedado las vocales. Realmente esa fue una experiencia muy bonita que en 10 minutos logré enseñarle las vocales a mi hija Marilú.
Anécdotas con mi hija Ana Lucía
Con mi hija Ana Lucía tengo dos anécdotas que quiero contarles a ustedes. Ana Lucía cuando iba al mercado con su mamá, estaba muy niña, dice que le preguntó un día: “Mamá, cuando vos eras niña ¿Te gustaban los patojitos?” Esa fue la pregunta y siempre hacemos chiste de esa pregunta.
Otra de las cosas es que a los 6 años que estaba en preparatoria, llegó conmigo en la mañana en el desayuno. Yo desayunaba con mis hijas a las 6 de la mañana y dijo: “Mamá, mamá, ya aprendí todo lo concerniente al mono. Yo tengo que dar una enseñanza acerca del mono”. Mi esposa le dice: “¿Estudiaste bien mama?” Le dice mi esposa, y ella le dice “Sí mamá”. “Vaya mija, entonces decime ¿Con qué se defiende el mono” y mi hija responde “El mono se defiende con la cola”. Y yo le dije “¿Dónde has visto que un mono tiene cola?”. Eso quedó como anécdota por muchos años y hasta el sol de hoy se recuerda de esa anécdota que me hizo reír como por una hora.